El ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez



Por Francisco Bermúdez Guerra[1]

-Profesor Bermúdez, muchas gracias- dijo el ex presidente.

Yo acababa de pronunciar unas palabras durante una conferencia denominada “El futuro de América Latina en el Siglo XXI” en la Universidad del Rosario. Tuve el honor de compartir el panel de oradores al lado de los profesores Enrique Serrano y José del Carmen Ortega; el ex presidente Uribe también era conferencista.

Álvaro Uribe Vélez fue presidente de Colombia durante ocho años. La Constitución de Colombia de 1991 prohibía la reelección presidencial, sin embargo, en el año 2005 la Corte Constitucional dio luz verde a un acto legislativo que reformaba la carta política en ese punto. Uribe Vélez, antes de ser jefe de Estado y de gobierno, fue alcalde de Medellín, senador, gobernador de Antioquía, entre otros cargos. Su vida política transcurrió al lado del Partido Liberal, agremiación política tradicional que ha llevado al solio de Bolívar a varios de sus integrantes durante varias décadas. En 2002 Uribe decidió presentarse a las elecciones por fuera de este partido, avalado por una serie de movimientos políticos independientes.

La política de seguridad democrática fue su principal propuesta. Durante el anterior periodo presidencial, el que presidió Andrés Pastrana, el gobierno trató de llegar a un acuerdo con el grupo armado de las FARC. “Hacer la paz” fue la consigna del presidente Pastrana, para ello, se constituyó una zona de distención que comúnmente se denominó como “El Caguán”. La zona de distención funcionó durante varios meses, principalmente en el departamento de Caquetá, al sur de Colombia. Las FARC desaprovecharon esa oportunidad de paz, los abusos de sus miembros, los actos terroristas, llevaron a que el gobierno acabara con la zona de distención, y en consecuencia, con los diálogos de paz. Uribe Vélez fue el principal opositor de esta zona de distención y de esos diálogos. Debido a esto, en 2002 la popularidad de Uribe se disparó y consiguió ganar las elecciones presidenciales.

Para ese momento yo trabajaba con el Estado. Era abogado de una entidad gubernamental, el INVIMA. En 2002 voté por Uribe para presidente, sus propuestas de pacificación del país eran atractivas, muchos colombianos nos subimos en el bus de la seguridad democrática. Con el paso del tiempo, sin embargo, muchas de las políticas gubernamentales me empezaron a parecer odiosas. La reforma de la seguridad social, en especial de la Ley 100 de 1993, tenía cierto tufillo pro-sector financiero. Elevar las cotizaciones en pensiones y en salud a los trabajadores independientes me cayó como balde de agua fría. Los trabajadores independientes ya no sólo debíamos aportar el bendito impuesto de retención en la fuente, y el impuesto de industria y comercio, también debíamos aportar un monto mucho más elevado en los rubros mencionados anteriormente. Adicionalmente, la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en especial su negociación, me dejó muchas dudas. El libre comercio es necesario para el desarrollo económico de un país es cierto, pero abrirse demasiado en términos comerciales a una superpotencia económica podría ser suicida. La relación con Estados Unidos, el principal socio comercial de Colombia se fortaleció durante el gobierno de Uribe a tal punto que nuestro país se convirtió en el más importante aliado del país del Norte en Suramérica. El proceso de negociación con los grupos armados denominado como autodefensas les dejó a varios compatriotas un mal sabor. De hecho, el ex presidente siempre ha sido acusado de tener vínculos con estos grupos, lo cual nunca ha sido probado plenamente.

Mi inicial simpatía por Uribe derivó con el paso del tiempo en cierto escepticismo hacia su figura. En 2006, cuando fue reelegido, mi escepticismo aumentó. Nunca lo había visto en persona (salvo una vez en el Rosario), nunca había dialogado con él, sin embargo, las continuas críticas de varios medios de comunicación, y las conversaciones con personas del común me llevó a ratificar mis dudas sobre la eficacia y éxito de sus políticas gubernamentales.   
        
Mi mamá (que en paz descanse) adoraba al ex presidente Uribe. “Es una persona muy decente” decía mi amada progenitora. Como muchos colombianos, mi mamá pensaba que Uribe le había devuelto la tranquilidad al país. En 2002 el ex presidente recibió al país  en un estado lamentable en materia de seguridad. Las FARC habían puesto al Estado contra las cuerdas; los secuestros, los actos terroristas, llevaron a muchos analistas políticos internacionales a declarar a Colombia como un Estado fallido. En 2010, cuando Uribe dejó la presidencia, nuestro país se encontraba clasificado como un país CIVET, o país emergente. El milagro colombiano se debía en cierta medida a la política de seguridad democrática que golpeó con mano dura a los grupos armados ilegales. Eso sí se lo aboné a Uribe, y creo que la mayoría de sus adversarios también se lo reconocen. Colombia era un país muy inseguro en 2002, en 2010 no dejó de ser inseguro pero por lo menos ya no estaba en vías de ser declarado como un “Estado fallido”. La operación jaque, que liberó a Ingrid Betancourt y a otros miembros de la fuerza pública secuestrados por las FARC, fue el culmen en la imagen positiva de Uribe que siempre fluctuó durante su mandato entre el 70 y el 80 % de popularidad.

La política de seguridad democrática de Uribe descansa en tres vértices: seguridad, confianza inversionista, y cohesión social. La teoría de Uribe es que si hay seguridad hay inversión del sector privado, y que si hay inversión hay recursos para invertir en el sector social (educación, salud, vivienda, etc). Las teorías de Uribe al parecer dieron resultado después de ocho años de ser aplicadas, Colombia era un país paria, ahora es una estrella en ascenso (como dice el presidente Santos).

Como ex presidente, Uribe Vélez ha sido objeto de críticas ya que muchos de sus ex colaboradores enfrentan graves acusaciones por haber cometido presuntos actos delictivos. El ex presidente ha tratado de defender a sus ex colaboradores con energía y vigor lo que ha ocasionado más críticas y más ataques contra su persona.

En 2011, Camilo Martínez, un ex alumno mío, me invitó a compartir panel con el ex presidente en una conferencia sobre el futuro de América Latina. Decidí aceptar la invitación, aunque me pareció desproporcionada. Yo era un simple profesor que debía hablar en un foro donde un ex jefe de Estado también debía intervenir. Así lo hice, di mi conferencia. Álvaro Uribe Vélez ese día me demostró por qué fue presidente de Colombia durante ocho años, me demostró por qué está catalogado como uno de los líderes más importantes del mundo, me demostró por qué tiene tanta popularidad. Como persona, el ex presidente tiene mucho carisma, es muy educado, y sobre todo, es un estadista. Mi imagen, la que tenía de él, la que le han labrado los medios de comunicación, me cambió del cielo a la tierra. Ese día me acordé de mi mamá, y de lo que ella me decía: “Uribe es persona, es gente”. Mi mamá tenía razón. Ese día le dediqué la conferencia a mi mamá, a su memoria, a pesar de que ella no era una analista política ella sí tenía intuición, tenía intuición de mamá, ella siempre defendía a Uribe, y debo decir que tenía razón.

Fotografía: www.primerocolombia.com



[1] Abogado de la Universidad del Rosario (Colombia). Profesor universitario. Autor de varios blogs. Filántropo y escritor. http://juridicofbermudezg.blogspot.com , http://fbermudezg.wix.com/novelas

1 comentario:

Notarias Bogota dijo...

mucha polémica y mucho que decir sobre este diligente, y su carrera politicen Colombia, es respetable cada opinión.