La reelección presidencial



Con el triunfo de Juan Manuel Santos en las pasadas elecciones del 15 de junio se abre nuevamente el debate sobre el tema de la reelección presidencial en Colombia. El mismo Presidente ha tocado el tema, y ha dicho que presentará un proyecto de reforma de la Constitución para acabar con esta institución y alargar el período de gobierno.

Recordemos que la Constitución de Colombia de 1991 prohibió la reelección del presidente, y dejó el período en cuatro años. Posteriormente, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se reformó la Carta Magna y en 2006 el presidente en ejercicio se posesionó para un nuevo período consecutivo.

Desde aquel entonces se ha cuestionado la reelección presidencial. La Constitución de 1991 se estructuró teniendo como premisa que el presidente solo ejerciera un período. La autonomía del Banco de la República tenía como fundamento que el presidente solo pudiera escoger a dos codirectores en cuatro años; pero, con la reelección presidencial el jefe de Estado podría nombrar hasta cuatro miembros en este organismo. El presidente también puede nominar al fiscal General de la Nación; pero solo uno por período; con la reelección podría nominar hasta dos.

Otra crítica que se la hace a la reelección es el desbalance en la campaña electoral. El presidente como cabeza de la Rama Ejecutiva a nivel nacional tiene un inmenso poder, por lo tanto sus adversarios siempre estarán en desventaja cuando se trata de competir por la primera magistratura de la Nación.

En Colombia no existe cultura de la reelección presidencial como sí la hay en otros países, como en Estados Unidos, donde la constitución de ese país aseguró una reelección indefinida del presidente. Posteriormente esa norma fue reformada y hoy en día el presidente de esa Nación solo puede reelegirse una vez. En el país del Norte existe la siguiente premisa: el período presidencial realmente es de ocho años, con un plebiscito en la mitad para saber si el jefe de Estado sigue o no.

En Colombia, como ya lo dije, la Constitución estructuró un período de cuatro años. A diferencia de Estados Unidos, en nuestro país no existe esa cultura de la reelección presidencial; por lo tanto, la institucionalidad se ha visto resentida al ver a un jefe de Estado haciendo campaña cruzando peligrosamente o no presuntamente –según sus adversarios- los límites del código disciplinario, o del penal, o del fiscal.

La reelección presidencial es odiosa, antipática, genera sospechas, pero ya está dentro de nuestra Constitución desde 2005. Como abogado pienso que ha generado desniveles, suspicacias, y que sería necesario volver al sistema que implantó la Constitución de 1991.

Sin embargo, creo que nuestro país necesita reformas más urgentes que esta. El problema de la salud, de la educación, de la justicia, de la vivienda, de la pobreza extrema, de la indigencia, de la violencia, de la inseguridad, requieren toda la atención del Congreso. Entrar a reformar la Constitución nuevamente, emitir un acto legislativo, que la Corte Constitucional examine la exequibilidad de la reforma. Todo un proceso largo y tedioso para volver a lo que ya estaba. Prefiero que el Gobierno y la Rama Legislativa se concentren en lo importante, en hacer las grandes reformas sociales que requiere Colombia, lo otro es carpintería institucional, a la cual nos debemos amoldar los colombianos con todas las incomodidades y antipatías que ha generado.

El palo no está para cucharas. Por otro lado alargar el período presidencial es peor. Las nuevas generaciones de gobernantes y de líderes políticos podrían quedar atascados en esos períodos eternos de seis o de cinco años. Me quedo con el período de cuatro años, con una reelección antipática; pero prefiero esto a seguir reformando la Constitución, con un desgaste institucional que debería orientarse a las necesidades inmediatas de la gente, y no al juego político.

Quedémonos como estamos, no sigamos reformando y contra-reformando lo que ya existe, generemos conciencia cívica y ciudadana, enseñémosle a los niños a respetar la Ley, y a ajustarse a las reglas de convivencia vigentes. La “reformitis” que nos gusta tanto a los colombianos dejémosla para hacer los grandes cambios sociales que necesita nuestra Nación; lo otro es seguir pendejeando.    

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