Era una tarde lluviosa, a las tres de la tarde Fernando Arturo debía presentar su primera entrevista de trabajo en un reconocido bufete de abogados: Baquerio & Maligauta Abogados. El edificio donde quedaba la firma era una construcción inteligente, un cuasirascacielos de diez pisos, que más parecía rascatierras que rascacielos. Fernando Arturo iba vestido de corbata y traje de paño, cursaba su último semestre en la universidad, y estaba a la expectativa por encontrar un buen empleo. Uno de sus compañeros de curso trabajaba en ese bufete, y había recomendado a Fernando Arturo con su jefe, diciéndole esta frase: "Es uno de los mejores estudiantes".
Fernando Arturo se presentó con la recepcionista, que llevaba un sastre azul oscuro muy ajustado al cuerpo, y quiso quedarse con ella, pero el deber llamaba. La bella recepcionista anunció a Fernando Arturo con la oficina donde estaba ubicado el bufete. Le pidió que subiera al décimo piso.
El ascensor era amplio, tenía un espejo al fondo, el futuro abogado se acomodó la corbata, y observó que habían varias gotas de agua en su rostro por la lluvia, se secó con el pañuelo. El ascensor lo llevó lentamente hasta el décimo piso. Cuando se abrieron las puertas, un aviso muy grande se presentó imponente ante Fernando Arturo: BAQUERIO & MALIGAUTA Abogados. Era un aviso plateado muy vistoso, al parecer la única empresa que trabajaba allí era ese bufete.
Otra recepcionista vestida de rojo, menos atractiva, le sonrió mecánimamente.
- ¿ En qué le puedo servir ?
- Vengo para una entrevista.
- ¿Con quién tiene la entrevista? - la recepcionista preguntó sin dejar de sonreír, mientras miraba una pantalla de computador.
- Con los doctores Arnoldo Baquerio y Sinforoso Maligauta.
La recepcionista dejó de sonreír, dijo algo por un intercomunicador que tenía en la cara, y espetó: "Siga por favor, los doctores lo esperan en la sala de juntas".
Al penetrar por una inmensa puerta de vidrio observó que no había nadie, el lugar parecía vacío como si nadie trabajara allí. Entró a lo que parecía ser una sala de juntas, con una inmensa mesa de madera y varias sillas forradas en cuero alrededor de la mesa.
Otra secretaria vestida de rojo ingresó a la sala de juntas.
- Siéntese por favor, los doctores están ocupados, pero ya vienen en cinco minutos, ¿quiere tomar algo?
Fernando Arturo estaba nervioso, pidió un café. El silencio le produjo escalofrío. Varios cuadros adornaban el lugar, entre ellos habían varios de Matisse. El se acordó de una anécdota que contaba Truman Capote sobre una invitación que le hizo Marilyn Monroe a su apartamento, donde habían varios cuadros de este pintor puestos al revés. Fernando Arturo explotó de la risa cuando observó que todos los cuadros de Matisse puestos allí también estaban al revés.
La secretaria volvió con un café, ella se sorprendió al ver al joven sonriendo.
- ¿ Se acordó de algún chiste ? - preguntó ella con cierta incomodidad.
- No, no es nada, no se preocupe.
La secretaria se quedó unos minutos allí observando al joven, de forma algo inquisitiva, pero después abandonó nuevamente la sala de juntas.
Su compañero de estudios le había hablado sobre Arnoldo Baquerio y Sinforoso Maligauta, el primero era un abogado experto en derecho comercial que había realizado un diplomado en primero auxilios en la Mrs Robinson University en la Florida (cerca a Disney World), y Sinforoso Maligauta era un procesalista que había estudiado un seminario de derecho extraterrestre en Inglaterra en la Merry Puppins College of London.
Baquerio & Maligauta era uno de los bufetes de abogados más famosos del país, cobraban en libras esterlinas a sus clientes, y era requisito para entrar a trabajar a su bufete saber por lo menos cuatro idiomas. Fernando Arturo no sabía sino hablar español a medias, sin embargo se presentó a la entrevista.
Minutos después dos hombres vestidos impecablemente de corbata ingresaron al lugar. Los dos hablaban por celulares de última tecnología, ambos vestían con calzonarias. Los dos le extendieron una mano a Fernando Arturo sin dejar de hablar por sus teléfonos móviles. Se sentaron en la mesa de juntas.
- ¿Cómo le va ? ¿Usted debe ser el compañero de Luis Augusto? - preguntó el que parecía ser más viejo.
- Sí señor, yo soy Fernando Arturo Rocca.
- ¿ Está lloviendo bastante ? - preguntó el otro.
- Sí - aceptó Fernando Arturo sonriendo con complicidad.
- Luis Augusto dice que usted es muy pilo, ¿ cuántos idiomas sabe ? - preguntó nuevamente el más viejo, que parecía ser Maligauta.
- Señor, yo manejo aceptablemente el inglés y el francés.
- ¿ Aceptablemente es qué ? - preguntó el otro, que parecía ser Baquerio.
- Aceptablemente es que en el colegio aprendí los dos idiomas.
Los dos veteranos abogados se miraron mutuamente con malicia.
- ¿ Estudió usted en colegio bilingüe ? - preguntó Maligauta.
- No, pero aprendí los dos idiomas más o menos.
- ¿Si lo pusieran a hablar en inglés y en francés, cómo le iría ? - Maligauta tenía los cachetes rojos, como si fuera a estallar.
- Podría defenderme - Fernando Arturo respondía con aparente seguridad.
Los dos interrogadores miraron sus teléfonos celulares nuevamente de forma aburrida.
- ¿ Ha hecho algún curso en el exterior ? - Baquerio susurró esta pregunta mientras mandaba un mensaje escrito por su aparato electrónico.
- No señor, apenas estoy acabando la universidad.
- Si no sabe más que el español ¿ por qué se presentó a esta firma? - preguntó Maligauta, todavía más rojo y más sanguineo que antes.
- Porque Luis Augusto pensó que a pesar de mi ignorancia idiomática seré en el futuro un buen abogado, que creo es lo que ustedes son: una firma de abogados y no una empresa de traducciones simultáneas.
Los dos interrogadores se miraron con sorpresa, Maligauta le espetó a Fernando Arturo:
- Para trabajar en Baquerio & Maligauta se requiere saber más de cuatro idiomas, y haber hecho un curso en alguna universidad extranjera. Creo que usted no cumple con esos requisitos, muchas gracias en todo caso por presentarse - Maligauta se paró de la mesa y trató de salir.
- ¿No me preguntaron sobre la justicia, o sobre el derecho?
Los dos abogados que ya casi abandonaban el lugar se quedaron estáticos.
- ¿Qué dice usted ? - preguntó sorprendido Baquerio.
- Sí, que ustedes no me preguntaron sobre mi concepto de la justicia, o sobre el derecho, o sobre mi iusfilósofo favorito, sólo les interesó si hablaba un pocotón de idiomas, o si tenía colgado un diploma en mi casa de algún antro de Estados Unidos o de Inglaterra. Me parece que no saben si soy un buen futuro abogado o no, no saben que pienso sobre la ley o sobre la política, sólo les interesa que en mi hoja de vida aparezca que he hecho cursos pendejos en universidades extranjeras, o que sepa hablar rumano o neerlandés. ¡ Ustedes no son más que una broma ! ¡ Ustedes son un insulto para la profesión de abogado ! ¡Hasta cobran los honorarios en libras esterlinas! ¡ Qué esnobs! ¡ Afortunadamente no tengo hoja de vida de traductor simultáneo o de guía turístico para trabajar con ustedes como abogado ! ¡ Jamás trabajaría con unos petardos arribistas vergüenza para la profesión !
Fernando Arturo salió rápidamente de la sala de juntas. Los otros dos sujetos permanecieron allí.
Al otro día Luis Augusto le informó a su amigo que: " La decisión de la oficina es que no fuiste admitido para trabajar allí".
Fernando Arturo sonrió, y le dio las gracias por haberlo recomendado.
Meses más tarde Fernando Arturo se graduó de abogado. Entró a trabajar en una entidad del Estado.
FIN
Nota: El anterior es un relato de ficción, cualquier parecido con la realidad es coincidencia.
2 comentarios:
Muy bueno Profesor Bermúdez. Hay que seguir con la historia de Fernando Arturo.
Gaviota: Gracias por tu comentario, creo que será la última parte de la serie de posts de ficción "¿Por qué estudié derecho?", ahora empezaré una nueva serie, saludos.
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