John Locke hablaba del derecho a la inconformidad, del derecho de los ciudadanos a reclamar. Los ciudadanos tienen el privilegio de estar "indignados".
En el marco de la globalización, la protesta también se ha globalizado, valga la redundancia; lo que antes eran revoluciones nacionales y locales ahora se han transformado en revoluciones mundiales. El movimiento de los indignados representa la expresión más básica del disgusto grupal hacia ciertos poderes establecidos; en este caso, el disgusto se ha enfocado contra el sistema financiero internacional y los sistemas democráticos de partidos vigente. En España, el movimiento del 15M reclamaba la incorporación de los jóvenes al circuito laboral, y en Wall Street los "ocupas" de las calles de Nueva York denunciaban los abusos de la élite financiera internacional. El 15 de octubre de 2011 se llevaron a cabo varias protestas en diferentes países del mundo: Italia, Hong Kong, Japón, España, Estados Unidos, y hasta en Latinoamérica.
El movimiento de Los indignados, cuyo nombre se basa en un libro célebre de un autor francés llamado Stéphane Hessel, podría ser el primer intento de protesta conjunta global. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las protestas, como todo derecho tiene un límite, y estos límites los imponen las mismas legislaciones nacionales e internacionales, cuando con ellas se quieren mancillar derechos de terceros. En este caso, las protestas que en la mayoría de los casos han sido pacíficas no han puesto en vilo las garantías constitucionales de los otros ciudadanos que nos están indignados, sin embargo, el respeto a los derechos de estos ciudadanos no indignados debe tener una prioridad para las autoridades nacionales.
Por otro lado, si bien es cierto la protesta es un derecho, también es cierto que esta protesta debe tener un fin, una dirección, un propósito, una guía, un lineamiento; protestar por protestar no es deseable, es engañoso, es farragoso, es inútil. Los indignados están bravos con el sistema financiero internacional, con las democracias, con los partidos políticos, con el desempleo, con la educación; y yo creo que muchos no indignados también comparten esta molestia. Sin embargo, es preciso que se enfoquen los problemas hacia puntos específicos para que la protesta no termine en una anécdota o en una simple indignación neutra, que pueda servir como caldo de cultivo para tomar decisiones mucho más extremas por parte de ciertos gobiernos.
La libertad debe ser el punto de inicio de reclamo por parte de las masas indignadas, la pérdida de ésta sólo puede ocasionar que el hombre no avance en su empeño de progreso. La libertad es el primer requisito para que una sociedad avance, por lo tanto su pérdida es el primer peldaño del anquilosamiento social y humano. Los indignados deben reclamar por la libertad en primer término y antes que todo, ya que sin ella no puede haber debate de las ideas ni puede haber libre ejercicio de los derechos. Este es el punto que más me preocupa del movimiento indignado, ya que como hemos visto en los noticieros uno de los reclamos mas tenaces por parte de estos grupos es el de los abusos del sistema financiero internacional y del capitalismo en general. Si bien es cierto el sistema financiero ha sido objeto de críticas a nivel mundial por su falta de responsabilidad en ciertos casos - como en el de la crisis hipotecaria de Estados Unidos-, el sistema financiero funciona en un mundo capitalista cuyo primera premisa es la libertad. Por lo tanto, atacar por atacar el sistema de libertad económica es peligroso, porque lo otro es dar el salto al vacío y entrar en la vía de la dictadura del direccionamiento económico.
Los indignados están en contra de los abusos de estas libertades y de la falta de controles por parte de los gobiernos, sin embargo, una cosa es estar indignado contra los abusos de la libertad, y otra cosa muy distinta es estar en contra de la libertad misma. El sistema capitalista y su expresión política en la democracia son ideas que se basan en la libertad, la cual ha sido maltratada a lo largo de la historia por los conspiradores de la opresión, y por todos aquellos que quieren convertir al pueblo en instrumento de sus fines egoístas y mezquinos. El primer llamado de atención a los indignados es este punto, el de la libertad; hay que indignarse con toda aquella idea que se oponga al ambiente de libertad en la sociedad, ya que suprimirla sólo trae el anquilosamiento de la sociedad, tal como sucedió en los regímenes autocráticos marxistas de Europa Oriental en el siglo XX.
Indignarse está bien, protestar pacíficamente está bien, mostrar el descontento está bien, reclamar garantías a los gobiernos está bien, pero indignarse por indignarse puede llevar a la utilización de la protesta para esos mismos fines egoístas y mezquinos de los conspiradores de la opresión. El sistema capitalista salvaje ha dejado ver sus defectos en los últimos años en las megacrisis financieras de Europa y de Estados Unidos, lo que lleva a pensar en la reforma de la instituciones y en las ideas sobre las cuales se han desencadenado estos problemas. Sin embargo, reemplazar un sistema de libertad por un control despótico es sucumbir a la brutalidad y a la ignorancia; el sistema capitalista y la democracia ha sido logros de miles de años para la humanidad, y por lo tanto, retroceder hacia ideas extremas es retroceder en el tiempo hacia algo superado.
1 comentario:
Leí la publicación y estoy de acuerdo en casi todo, menos en que los ciudadanos no indignados tengan prioridad para las autoridades, si bien el mismo Locke dice que los ciudadanos deben apelar primero a las leyes, también defiende el derecho de resistir cuando el estado no defiende los intereses de los ciudadanos aun mas, cuando se agota la instancia de apelación es el gobierno quien esta estableciendo un estado de guerra con los ciudadanos en el cual los ciudadanos están en el derecho de responder de la misma manera.
Publicar un comentario