¿Es irreversible la globalización?


Muy pocas personas saben a ciencia cierta el concepto de globalización. Algunos confunden este término con el de internacionalización. Dado que hay un fenómeno de avance en las comunicaciones y de interdependencia comunicacional y cultural entre los Estados; se piensa que esto es globalización. No, la globalización no significa que yo pueda ver un video de Luis Miguel –el cantante- en mi computador personal, o que los libros de J.K Rowling se puedan leer en la China. Si bien es cierto hay un proceso de internacionalización –mayor interacción entre los Estados-, y de intercambio cultural –debido al avance de las comunicaciones-, esto no lo podemos catalogar como globalización.

¿Qué es entonces la globalización? ¿Es irreversible? Los primeros que hablaron de globalización fueron los Caballeros Templarios. Querían que Europa se convirtiera en un solo Estado, en una estructura política compleja. Con el Tratado de Maastricht se logró en parte este anhelo que llevó a la creación de la Unión Europea. Sin embargo, el proceso de globalización no es más que un concepto político con connotaciones económicas, sociales, y hasta culturales. La globalización es un fenómeno de concentración de poder, debido a la evolución de la especie humana. El sistema financiero internacional ha permitido que esa concentración de poder sea una realidad. Los Estados nacionales han decrecido en importancia, porque la soberanía popular ha cedido espacio a la sinarquía de los dueños del dinero. El sistema financiero no está supeditado a las fronteras nacionales, el capital es cosmopolita, es transnacional. Debido a lo anterior, los dueños de ese capital internacional pueden competir con los dueños del capital nacional en condiciones de desventaja, a favor de los primeros obviamente. Es el pez grande que se come al chico.

Este proceso de concentración de poder es el resultado del sistema de convivencia humano basado en el control y en la sumisión. Los dueños del dinero han aglutinado más poder en torno a ellos, y han podido dejar competidores relegados a una posición secundaria. La globalización se recrudece con el paso del tiempo. ¿Es un fenómeno irreversible que podrá deternerse? ¿La plutocracia internacional tendrá freno en algún momento?

A simple vista podemos decir que no. El consenso general es que este fenómeno no tiene vuelta de hoja. Los dueños del dinero utilizan su poder para acumular más poder y más dinero, los sistemas políticos –en apariencia democráticos- no pueden hacer nada frente al avance de la sinarquía financiera. Ellos acomodan las leyes nacionales a su conveniencia, y hacen que los Estados firmen tratados internacionales para derrumbar barreras que impidan avanzar en este sentido. Desde un punto de vista político, económico, y social, no se puede hacer nada, ellos tienen el sartén por el mango, y la globalización promete generar un nuevo orden internacional donde la sinarquía financiera gobierne entre bambalinas a su antojo. Sin embargo, la historia no ha llegado a su final, y la globalización tiene un enemigo muy poderoso: la libertad humana.

Los humanos como especie han generado este proceso, y como miembros de esta especie también la pueden reversar. El sistema de convivencia humano basado en el control y en la sumisión está haciendo agua; las crisis globales que han facilitado el avance del poder financiero internacional también, paradójicamente, han hecho temblar este mismo poder financiero internacional. El sistema de poder basado en el dinero, y en la especulación bursátil, han llegado a una sin salida: la realidad no puede ser bloqueada por la entelequia. La economía no puede depender de suposiciones, de creaciones artificiales, y de frágiles consensos, porque lo que está en juego es la supervivencia. El terrorismo, las pandemias, el hambre, la pobreza, el calentamiento del planeta, han llevado a la misma especie a reflexionar en un nuevo modelo de convivencia, uno que no se base en el control y en la sumisión sino en la cooperación. La globalización llegará a los extremos esperados, hasta que termine convertida en un amplio campo de acción individual con perspectivas colectivas. La especie humana ha sido desviada en su esencia, sin embargo, volverá a recuperar su naturaleza esencial cuando las cosas no salgan tan bien en ese proceso globalizador. Ya no serán los Estados los que se enfrenten unos contra otros, ni los partidos políticos, ni los sistemas económicos, serán los hombres los que terminarán decidiendo; y decidir implica ejercer la libertad. Desde esta perspectiva la globalización no es irreversible, sin embargo, los que tienen el sartén por el mango han hecho ver a los demás que sí. Han subestimado a sus congéneres, y ése ha sido su talón de Aquiles.         
  

      

3 comentarios:

Juan David Fonseca dijo...

La globalización, como proceso aglutinador del poder y como autoafirmación del mismo a través del caracter universal del capital, asi como el manejo subrepticio de este por parte de algunos grupos financieros, constituye una realidad innegale.

Sin embargo; ¿Es preciso que lleguemos a un escenario de crisis general provocado por la globalización para darnos cuenta de las bondades que imperiosamente reivindica la libertad como constituyente de la condición humana? Esto me parece un poco exagerado. Más aún, ¿Están los Estados y las Naciones pasando de moda?; y si es así ¿Qué consecuencias trae esto para la democracia?

Para plantar una posición al respecto, parto del presupuesto de que en un escenario de post-globalización en donde prime la cooperación sin la confinación de esta dentro de un Estado, puede resultar un escenario terrible, puesto que podría suponer el fin mismo de la política.

No es que yo suponga que la política sea algo propio del Estado, o que sólo lo político se de dentro de los confines normativos y coercitivos de este; sólo pretendo mostrar que la politica, tal y como la entendía Arendt, supone una convivencia específica de los humanos bajo unas condiciones muy particulares, y que el hecho de suponer que donde hay hombres necesariamente hay política, constiyuye un prejucio bastante generalizado.

¿Qué caracteriza a la política como un tipo convivencia particular entre los hombres? La libertad. ¿Qué permite la libertad propia de los asuntos políticos? La igualdad entre los demás; la posibilidad de crear consensos; la necesidad imperiosa de salir de la casa para entregarse valientemente a los asuntos políticos.

Los griegos, quienes entendieron mejor que muchos la política, eran concientes, de que esta libertad suponía implícitamente la posibilidad de poder diferenciarse de los demás, lo cual suponía excluir a los demás y conformar una esfera particular propia de los cuidadanos, los cuales, por su propia igualdad, podían adquirir derechos.

Ante esta necesidad imperiosa por conformar una esfera autónoma propia de la política, los valores democráticos se convirtieron en el vehiculo para hacer posible las especifidades que esta exigía. Libertad, Isonomía y Comunidad, surgieron como los valores imperantes constitutivos de la democracia.

De esto se sigue que la igualdad, como valor democrático, supone la posibilidad de diferenciarse; la identificación del nosotros a partir de la diferencia con los otros.Este es el rasgo característico del Demos.

Estos valores eran los valores imperantes de la democracia en Atenas. Y a pesar de las variaciones que estos han tenido a lo largo de la historia, como su popular convinación con el liberalismo, la igualdad propia de la democracia, exige necesariamente un crtiertio diferenciador para mantenerse de forma estable y para granatizar ciertos derechos que sólo unos puede garantizarse en diferencia de los otros.

Si bien esto parece una antología innecesaria sobre la Democracia, la cual para los términos del asunto resulta irrelevante puesto que esta supuesta diferenciación del Demos, no ha significado nada en el proceso de Globalización actual. Esta pequeña reconstrucción de la Democracia nos muestra la imposibilidad que significa una "igualdad universal" en términos de la ciudadanía, la cual, constituiría el fin mismo de la esfera autónoma de la política confundiendola con cualquier tipo de actividad potencialmente desarrollada por los individuos.

Juan David Fonseca dijo...

Es aquí donde quisiera resltar la importancia del Estado como Statu - quo del pueblo o del demos.

Varios politólogos como afirma Chantal Mouffe, comprometidos con una visión cívica-republicana de la ciudadanía, ven con muy malos ojos la posibilidad que implica el proceso de la Globalización como posible aglutinardor mundial del poder y sobretodo como la posibilidad de constituir una "ciudadanía global"; la que es en sí misma una contradicción.

Ante esto, Carl Schmitt mostró la contradicción que suponía para la ciudadanía, algún tipo de igualdad universal, puesto que esta constituiría una especie de liberalismo y no una igualdad sustantiva propia de la democracia. Peor aún, un tipo de igualdad universal, que acabe con las diferenciaciones entre los pueblos sería el fin mismo de lo político, acabaría con la categoría del enemigo y con la posibilidad misma del conflicto.

La igualdad universal; el proceso aglutinador del poder y la difuminación de las fronteras, es un problema que incumbe no sólo a la democracia, sino a la propia libertad como constituyente de la condición humana y a la política como convivencia particular entre iguales y libres, los cuales adquieren derechos sólo en diferenciacion de otros.

El Estado, como confín y monopolizador de lo político en muchas esferas, ayuda a esta diferenciación y se compromete con la ciudadanía al ser poder más próximo ( al menos más que algún tipo de poder global); ante el cual es posible quejarse y manifestarse. No existe un poder más tiránico que el que no tiene ningún grado de identificación con el ciudadano, donde hay un poder de tal magnitud, es imposble quejarse, pedir derechos y ser libre.

Si aceptáramos que la Globalización está dejando en un papel secundario al Estado; y que su fuerza impetuosa se sustenta en la economía y el capital, así como en la misma cultura individualista occidental y que por tanto es irreversible, podría significar resignarnos a luchar por el valor instrumental de la libertad y la convivencia política. Esto me parece inaceptale.

Si bien, se afirma que la Globalización se está conduciendo a si misma a su crisis y que será reemplazada por una forma de cooperación universal individualista, creo que la historia es algo tan inabarcable, que llegar a semejante conclusión sería una forma reconocer implícitamente que la historia está encausada por ciertas premisas irrefutables, lo cual, acaba de forma directa con el valor de la política.

¿Qué hacer entonces? Actuar. La política, como afirmaba Arendt, es el espacio donde el milagro de la libertad humana puede manifestarse; donde es posible cambiar al mundo, el cual, se ha automatizado de forma tal que ya no nos pertenece.

Estoy totalmente de acuerdo con usted cuando se refiere a la posibilidad que tenemos los hombres de cambiar lo que hemos echo.

Juan David Fonseca dijo...

Entonces, ¿Es irreversible la globalización? Puede que si lo sea, sin embargo no todo lo que la atañe es maligno, luego podría ser mas conveniente intentar controlar de alguna forma el poder subrepticio que ejerce y que acertadamente usted nos muestra. Para esto, es preciso reconocer e valor del Estado como elemento diferenciador y propiciador de libertades y derechos, el cual, como pasó a finales de la edad media cuando monopolizó la violencia para adquirir de esta forma el monopolio de la producción juridica, puede abanderar la esfera de la política y la diferencicion que esta exige como convivencia particular de los hombres dentro de las herramientas intrumentales aque ofrece la democracia.

La libertad es la potenciabilidad específica que nos caracteriza,de de ella podemos esperarlo todo, puesto que permanece en contingencia. Es preciso no pasar esto por alto, ni ante las irreversibles señas que a veces nos muestra el caudal histórico.


Felicitaciones por el Blog.

Saludo Cordial

JDF