Creo que el actual
presidente de la República será reelegido en 2014, tal como están las cosas. Al
momento de escribir estas líneas el doctor Santos no ha anunciado si se
presenta para un nuevo periodo o no, sin embargo lo más probable es que sí, y
lo más probable es que se reelija. Esto no quiere decir que apoye
incondicionalmente sus ejecutorias en el cargo que ostenta desde 2010, porque
en realidad -como mucha gente- siento algo de inconformismo por estas.
Yo pienso que la mayor
debilidad de Juan Manuel Santos es su misma fortaleza, me explico; el señor
Presidente es un hábil político, ha estado al frente de tres ministerios, en
tres gobiernos diferentes, y logró llegar al solio de Bolívar gracias a un poco
más de nueve millones de votos (algo sin antecedentes en Colombia). Los que lo
conocen, dicen que Santos es un estratega, un jugador de póker, una especie de
hombre astuto casi maquiavélico. Creo que esa ha sido su mayor debilidad, creo
que Santos se ha ahogado en su propia astucia, en su propia habilidad
camaleónica de hacer las cosas. Por un lado se hizo elegir con las banderas del
uribismo, se autoproclamó –y lo proclamaron- como el heredero de Álvaro Uribe,
pero pocos días después de su elección dejó ver que no, que no era el “ahijado
político” de Uribe al hacer las paces con el exarchienemigo del status quo
colombiano: Hugo Chávez. Las relaciones entre Uribe y Santos entraron en un
congelador; después Santos anunció que entablaría unos diálogos con las FARC
para iniciar un proceso de paz, lo que conllevó no solo el congelamiento de las
relaciones con su predecesor sino su rompimiento definitivo. Uribe se ha
convertido en el mayor y mejor opositor de Santos.
El presidente de la
República quiere hacer la paz con las FARC, a pesar de que este grupo
subversivo goza de una famélica popularidad, es por esto que los denominados
diálogos de La Habana no han caído bien en la opinión pública, y mucho menos en
los sectores ultraconservadores de las toldas uribistas. ¿Por qué Santos se la
ha jugado de esta forma? ¿Por qué quiere hacer la paz con las FARC si sabe que
esto no es popular? Por una razón muy sencilla y simple: por astucia. ¿Cuál
astucia? Si bien es cierto en Colombia la mayoría de la gente detesta a las
FARC y ve con malos ojos los diálogos de La Habana, a nivel internacional el
asunto es a otro precio. A nivel internacional un proceso de paz que desactivaría
el conflicto colombiano sería visto como una muestra de demostración de civilidad
y de humanidad; mejor dicho provocaría sendos derramamientos de lágrimas en los
ojos de la comunidad internacional, debido a la emoción que produciría que en un
país se acabara la guerra por las buenas y no por las malas. Si el proceso de
paz con las FARC es exitoso, es muy seguro que el señor Santos y el señor
Timochenko (líder del grupo subversivo) vayan a Oslo a recibir el premio Nobel.
Incluso, si no lo reciben, el señor Santos podría mostrarse como todo un
estadista, como un Mandela, o como un Churchill, o alguien por el estilo –aunque
Churchill se volvió famoso no por hacer la paz, sino por ganar una guerra-. En
definitiva, creo que Santos hace la paz no solo por razones internas, sino para
dar una imagen hacia el exterior, ¿por qué? Porque el Presidente no solo quiere
ser Presidente, sino que quiere ser una figura política a nivel internacional.
Ahora bien, si Santos logra hacer la paz con las FARC mataría dos pájaros de un
tiro; por un lado pasaría a la historia de Colombia como el presidente que
desmanteló a las FARC, y por el otro, se convertiría en una especie de Mandela
sudamericano.
¿Soy un malpensado? No lo
creo, si no, miren lo que ha pasado con el expresidente Uribe y su imagen
internacional. Para la mayoría de personas que no son colombianas, Uribe es un
personaje presuntamente cercano a los grupos paramilitares, un guerrerista, un
ultraderechista, un fachista, etc, etc. En cambio, a nivel internacional,
Santos es el moderado, el calmado, el que llegó a poner las cosas en orden en Colombia
después de la desmesura de Uribe. Santos, en su modo de hacer las cosas,
prefirió acercarse a las FARC para desactivar el conflicto a las buenas, que
continuar con la política de puño de hierro de su predecesor. Él sabe que si
gana, gana con honores, pero ahí ha estado el problema, ya que hacer la paz con
las FARC es lo que podría llamarse una misión imposible. El costo de esa
decisión ha sido su baja en los índices de popularidad, y como el proceso no
avanza aceleradamente su imagen se ha venido deteriorando.
Aunado a lo anterior, el
presidente Santos no ha podido sacar adelante la reforma de la educación, ni la
de la justicia, ni la de la salud; los paros agrarios y de otros sectores
económicos han dado la impresión de que en Colombia hay un gran descontento con
el Gobierno. A Santos no le ha faltado astucia, le ha sobrado, porque en
realidad en su afán de convertirse en un estadista histórico, ha tratado de
darle a Dios y al Diablo, y eso es imposible cuando se gobierna, o por lo menos
cuando se quiere gobernar bien. El costo de aplicar una política es producir un
descontento en alguien; en alguien a quien no le conviene que se aplique esa
política. Pero como Juan Manuel Santos tiene ese carácter camaleónico que lo
tiene donde lo tiene, pues así ha gobernado: tratando de favorecer a todo el
mundo, cuando eso en realidad es imposible e inadecuado para el líder de una
Nación.
El éxito de Uribe consiste en
todo lo contrario: es una persona de una sola pieza. El expresidente piensa que
las FARC es un grupo de delincuentes y que por lo tanto hay que combatirlos con
las armas de la Patria. Uribe se granjeó la enemistad de varios líderes
internacionales (sobre todo del grupo pro-chavista) por el hecho de perseguir a
las FARC más allá de las fronteras nacionales (recordemos el caso de Raúl
Reyes), y por denunciar que posiblemente los líderes de esta guerrilla se
encontraban guarecidos en Venezuela. Uribe tuvo varias peleas durante los ocho
años que fue presidente, todo por aplicar unas políticas que favorecían a unos
pero que lesionaban a otros. Uribe lo hizo por convicción, él tiene una forma
distinta de hacer las cosas: parte de una premisa inamovible, y se mueve a
partir de esta. Igualmente, esa forma de hacer las cosas también le creo
enemigos, pero paradójicamente lo llevó a salir con un alto índice de
popularidad al dejar el cargo de presidente de la República.
Pero, a pesar de todo lo
dicho, creo que Santos ganará la elección presidencial de 2014, y lo digo
basado no en predicciones astrológicas o mágicas, sino en una realidad muy
simple: el presidente de Colombia, sea quien sea, tiene un poder enorme, y
competir contra él en unas elecciones es imposible, porque la derrota para los
oponentes está cantada. Santos tiene en su haber a los partidos de la mesa de
la unidad nacional, tiene a los poderosos de Colombia apoyándolo, y a los
poderosos del ámbito internacional haciéndole barra. Conclusión: él ganará
nuevamente la presidencia en 2014, ¿por qué? Por su forma de hacer las cosas,
por su astucia, que le ha proporcionado un bajo índice de popularidad en los
últimos meses, pero que le dará nuevamente la oportunidad de vivir en la Casa de
Nariño por otros cuatro años. Ya lo verán.
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