El 7 de agosto de 2014, Juan
Manuel Santos se posesionó nuevamente como presidente de Colombia, para el
período 2014-2018. Dentro de los cambios que ha llevado a cabo en estos pocos
días de su nuevo mandato se destaca el de haber creado el Ministerio de la
Presidencia.
En la estructura de la rama
ejecutiva a nivel nacional, había un departamento administrativo que llamaba la
atención: el de la Presidencia. Un ente gubernamental que funcionaba al
interior de la presidencia de la República y que tenía como función el manejo
logístico y de recursos de la Casa de Nariño. El presidente manda en todo el
país, pero no totalmente en su propio despacho, según lo establecía la Ley. El
cargo de director del departamento administrativo de la Presidencia de la
República o secretario general de la Presidencia, era un puesto netamente
auxiliar, asistencial, o como su nombre lo dice: administrativo.
En otros países del mundo como
Venezuela o Perú, el Ministerio de la Presidencia tiene una función más allá de
lo administrativo, ya que tiene responsabilidades políticas. Es probable que
Juan Manuel Santos quiera darle este sentido al nuevo ministerio que operará al
interior de la Casa de Nariño; no quiere un simple “secretario” o “jefe
operativo”, quiere a alguien con rango político que le dé una mayor
coordinación a ciertos proyectos prioritarios dentro de su nuevo cuatrienio
presidencial.
Para tal efecto, Santos designó
a Néstor Humberto Martínez Neira para ocupar este cargo. Martínez es un
destacado jurista y profesor, que ya ha ocupado altas dignidades en el Estado
como ministro del interior y de justicia, superintendente bancario y miembro de
la junta directiva del Banco de la República. Martínez se ha convertido en una
de las voces que más escucha el Presidente, según se dice en los pasillos de la
Casa de Nariño; él ya venía asesorando a Santos en varias políticas gubernamentales.
Obviamente, y es lógico, que el
Presidente quiera darle un perfil más político a este despacho, quiere dotarlo
de superpoderes, quiere volverlo un superministro. Sin embargo, la pregunta es
esta: ¿Era necesario crear un ministerio de la Presidencia? En años anteriores,
durante los gobiernos de Virgilio Barco, Ernesto Samper y Andrés Pastrana, el
secretario de la Presidencia era un verdadero superministro, con competencias
que iban más allá de lo logístico o de lo administrativo. Recordemos a don
Germán Montoya durante la presidencia de Barco; quien, según se especulaba, era
una especie de hombre fuerte detrás del telón. Todo lo que hacía Barco primero
pasaba por un tamiz, el de la aprobación de Montoya. Samper también tuvo
secretarios de Presidencia importantes como José Antonio Vargas Lleras, por
ejemplo. Y durante el mandato de Andrés Pastrana, Juan Hernández era el que
manejaba “el computador de palacio”.
Martínez Neira en el ámbito
jurídico es famoso por ser un reconocido comercialista y experto en derecho
bancario. Su ejercicio profesional ha estado dirigido precisamente a ese
ámbito, el del litigio en esas áreas, y en la asesoría a los grupos económicos
más importantes del país, en especial el del banquero Luis Carlos Sarmiento
Angulo. Él dice que se declarará impedido para conocer de varios negocios
relacionados con pleitos en los cuales él intervino. Es lo menos que debe
hacer, ya que es una obligación legal no es una opción ética. Martínez Neira es
inteligente, astuto, y muy hábil en el manejo de los códigos y las normas
jurídicas. Ojalá que su pasado como asesor y litigante en asuntos comerciales y
bancarios no le impidan defender con autonomía e imparcialidad los altos
intereses de la Nación.
Decía Santos, al momento de
presentar esta designación, que su amigo Tony Blair –exprimer ministro de la
Gran Bretaña- lo había asesorado para hacer esta reforma al interior de la Casa
de Nariño. “Blair reformó la oficina del Primer Ministro después de ser
reelegido, él me dijo que también debía hacer unos cambios como él los hizo”
dijo Santos, palabras más palabras menos. Yo creo que Colombia requiere de reformas
más de fondo que estas; cambiar la estructura de la Presidencia me parece algo
menor, casi que anecdótico, teniendo en cuenta que nuestro país es campeón
mundial (o por lo menos dentro de los cinco finalistas) en desigualdad social,
corrupción, delincuencia, terrorismo, pobreza, falta de educación, de salud, de
vivienda, etc, etc. En un país como Gran Bretaña, a los primeros ministros solo
les queda hacer una cosa: cambiar la configuración de su despacho, porque todo
está hecho. En Colombia no, aquí todo está por hacer. Colombia no es Gran
Bretaña, y Santos no es Tony Blair. Esperamos, entonces, que el nuevo ministro de la Presidencia se encargue de presentar las verdaderas reformas que necesita este país, en lo social, en lo económico, en lo jurídico, en lo internacional. El nuevo superministro tendrá que darle más eficacia a las llamadas locomotoras de Santos, y de verdad ayudar a cambiar la estructura corrupta y anacrónica del Estado colombiano.
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