Al
momento de escribir este escrito se anuncia con bombos y platillos la llegada
al despacho del Primer Ministro del Reino Unido de una mujer: Theresa May.
Geógrafa de la Universidad de Oxford y exsecretaria del Interior, la señora May
tendrá una difícil labor: completar el proceso de salida de la Unión Europea de
su país, o a contrario sensu, echar para atrás el “Brexit” y recomponer el
camino europeísta del Reino Unido.
No
nos cabe la menor duda, el “Brexit” es el golpe más fuerte que ha recibido la
globalización en los últimos años. Todo ese proceso de concentración de poder
en los órganos burocráticos de la Unión Europea ha sido mancillado por parte de
los británicos. Es muy chistoso, pero aquí en Colombia los medios de
comunicación tratan de explicarle a la gente el “Brexit” con medias verdades,
por ejemplo: “Eso del Brexit es una manifestación de populismo”, “la gente votó
el Brexit engañada” o “el Brexit es de derecha.”
No
señores, los británicos han tratado de salirse de la Unión Europea desde hace
varios años. Lo que ocurre es que las élites de ese país están divididas sobre
este asunto. Por un lado, hay algunos que prefieren hacer parte de este
organismo supranacional por una sencilla razón: les va bien. En ese grupo están
los banqueros, las grandes transnacionales, el gran capital. Pero, hay otro
sector de la élite británica que no le jala a la Unión Europea, ¿quiénes? Un
sector político grande (no necesariamente ni de derecha o de izquierda), y
sobre todo: Los que buscan que Reino Unido conserve o recupere su papel de
Imperio global perdido en el Siglo XIX y principios del XX con el advenimiento
del monstruo de Occidente: Los Estados Unidos de América.
La
globalización no es internacionalización, la globalización es concentración de
poder. Eso ya lo querían o anhelaban los templarios en la Edad Media, que
Europa tuviera un solo rey o emperador, que este continente tuviera un solo
centro de impulsión política. Eso es la globalización. Los estadounidenses
buscan liderar la globalización, los europeos también, los chinos no se quedan
atrás, y los rusos preguntan: ¿Y por qué nosotros no? Todos quieren el poder
como en la serie de televisión “Game of thrones.”
Ahora
bien la globalización tiene un enemigo feroz y no es el Reino Unido o los líderes
populistas británicos, europeos o americanos. El principal enemigo de la
globalización es la gente común y corriente, el ciudadano raso que no se ve
beneficiado por la globalización de ninguna forma. Ese ciudadano de a pie es el
escollo más grande que debe superar la globalización. Los británicos no son
estúpidos –como según nos lo dicen los medios colombianos-. No, los británicos
tomaron una decisión consciente y aterrizada: pertenecer a la Unión Europea no
les sirve, no les sirve la globalización. Punto.
El
gran temor de los globalistas es ese: que la gente se despierte, que la gente
empiece a tomar las riendas de su propia vida, que la gente empiece a prosperar
por su propia cuenta. El “Brexit” es solo la punta del iceberg de lo que se nos
viene, del poder de la gente. Las élites quieren aglutinar y acumular poder,
pero ese proceso está dejando perdedores por todos lados: en América, en
Europa, en África, en Asia. Esos perdedores no lo van a ser toda la vida, y se
están organizando al margen de las directrices políticas, económicas o sociales
“unanimistas”. Esta gente se está empoderando de su entorno, de su vida y están
generando cambios en su casa, en su barrio, en su aldea, en su ciudad y
próximamente en su país, y en el mundo.
Las
élites globales no se quedarán mirando impertérritas cómo se desvanece el “sueño
global”, no señores, las élites mandan y quieren mandar más. Es por esto que el
“Brexit” será utilizado por las élites para recomponer el proceso de
acumulación de poder en Europa. Utilizarán el “Brexit” para afianzar ese
proceso de concentración de poder: ¿Desde el Reino Unido? ¿Será el Reino Unido
el elegido para salvar la globalización en Europa? Podría ser. Y entonces, todo
ese cuento de que el “Brexit” es una manifestación de populismo se vendría a
pique y significaría todo lo contrario: El afianzamiento de Londres como centro
de poder europeo en desmedro de Bruselas, Berlín o París.
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